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Comer la vida: germinados caseros

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Cuando una semilla germina pasan muchas cosas. Se activan las enzimas y empiezan una serie de transformaciones.  Se vuelven más digestivas, aumenta su aporte de vitaminas y nutrientes, se multiplican las sales minerales  (calcio, fósforo, hierro, potasio y magnesio), las grasas se transforman en ácidos, los azúcares se simplifican haciendo que sean más fáciles de digerir y se forma la clorofila entre muchas cosas. Lo más interesante estamos consumiendo un alimento vivo y con todo su potencial de crecimiento. Es un alimento súper nutritivo y encima están buenísimos.

Para los que vivimos en la ciudad alejados del campo, la naturaleza y no contamos con huertos, probablemente sea la forma más fácil y barata de consumir alimentos con todas estas propiedades. No suele haber mucha oferta de germinados en los súper mercados ni en las fruterías y si los hay suelen ser bastante caros. La buena noticia es que hacer germinados en casa es muy fácil. Hay mucha información online. Realmente casi cualquier semilla se puede germinar, lo que pasa es que no todas están buenas.  Yo acabo de empezar una de lentejas. Llevan dos días. El proceso es muy simple. Necesitamos un bote de cristal, unas lentejas y una gasa.

Colocar las lentejas en el bote y llenar con agua. Dejar toda una noche así. Al día siguiente colocando una gasa en la parte superior del bote con un elástico para sujetarla y que haga función de “colador” echar el agua. Volver a llenar con agua para lavarlas un poco y volver a echar el agua. Cuando haya escurrido toda el agua guardar en un lugar oscuro (dentro de un mueble de la cocina por ejemplo) Repetir este proceso varios días. Llenar con agua, pegarles un remojón, eliminar el agua y dejarlas a  oscuras. Hasta que las tengamos ya germinadas y listo.Las podemos comer crudas en ensaladas o cocidas o en salteados… eso ya depende de vuestra imaginación.

Estas llevan dos días y van por buen camino.