El fin de semana fui a coger setas por primera vez. Con un libro, un cuchillo, mi suegro que por suerte sabía lo que hacía como para no envenenarnos y un par de cestas nos lanzamos a la sierra de Madrid. Saltamos unas vallas y acabamos en una explanada cuchillo en mano buscando setas de cardo. Previa explicación de cómo es una seta de cardo, nos tiramos unas horas de caminata en busca del tesoro. Fuimos tarde, somos vagos y ya se habían llevado la mayoría, pero conseguimos unas cuantas. De cardo pocas, lo suficiente para este plato, eso sí muchos champiñones silvestres. Un día estupendo, cansados, pero con un botín, nos volvimos a casa a prepararlas y he aquí el resultado. Me ha gustado esto de la recolección, igual la próxima vez me levanto temprano y todo. Mientras os dejo la receta preparada a cuatro manos entre mi suegro y yo.
Lo primero que necesitamos es las setas, si no os emociona lo de ir a buscarlas, que lo recomiendo encarecidamente, recolectarlas en el mercado. Si son silvestres hay que limpiarlas bien con un paño húmedo intentando no destrozarlas ya que son muy frágiles y con cuidado de quitar cualquier trocito de tierra que puedan tener.
Calentar un poco de aceite a fuego alto en una sartén grande, pelar y picar los ajos, sofreír. Lanzar las setas troceadas, saltearlas bien dejando que se doren, para que no se queden blandas y cocidas hay que hacerlas bien y dejar que eliminen todo el líquido. Cuando estén ya “secas” y doraditas añadir el jamón picado, un par de guindillas, un chorrito de vino blanco, sal, pimienta. Saltear un poco más y servir.
Un placer de principio a fin.