Hoy os traigo otro de mis lugares favoritos, aunque es un descubrimiento muy reciente. La semana pasada, mi chico y yo hicimos nueve años juntos, nueve, que sigue pareciendo que fue ayer cuando empezamos y ya son unos cuantos años de risas, fotos, mucho amor y mucha música juntos. Así que, claro, había que celebrar y había que ir a algún lugar especial. Yo siempre tengo antojo de peruano y tengo la suerte de tener al lado a alguien que le chifla el peruano (casi) tanto como a mi. Una de las cosas que más echo de menos y que a mi chico más le sorprendió en Perú es la comida japonesa, para ser más exactos, la nikei que es la fusión peruano japonesa que tenemos allí. Kena parecía cubrir todos los espectros que buscábamos, así que para allá que nos fuimos.
En la página web de Kena pone acertadamente Dónde Perú se encuentra con Japón, no puede ser más cierto. Luis Arévalo hace comida nikei pura y dura. Sin concesiones. No le quita un ápice de sabor a nada, no baja el picor de los ajíes, no disfraza nada… es literalmente Perú.
Personalmente creo que la fusión a veces está muy mal entendida. La fusión tiene que estar en la base del plato, no ser una decoración, un añadido extra o una salsita por encima para cambiar un plato. Para mi tiene que estar en la entraña del plato, esa es la verdadera fusión. Hay mucha fusión accesoria, en la que sobra un ingrediente exótico, simplemente colocado allí sin saber muy bien que hace junto a otros elementos. En Kena no sobra nada. La fusión es perfecta.
Pedimos un menú degustación, el menú Omakase. No sé decir cuantos platos fueron exactamente (fueron muchos), comimos y comimos sin ser capaces de decidir cual nos gustaba más. No me sobró ni uno sólo. El tiempo se detuvo y sólo disfrutamos durante casi dos horas de creatividad pura, sabores perfectos y una calidad de producto impresionante. No sabía que la caballa pudiera saber así, descubrí sabores nuevos en sabores de mi infancia y me sorprendí bocado a bocado. Viajé, volví a Lima, me emocioné y mis papilas gustativas, acostumbradas a esos sabores fuertes y desbordados, estuvieron de fiesta toda la noche.
Es la primera vez que pruebo un plato, el dimsum de rabo de toro, que empieza con un sabor muy marcado a un plato, el del seco peruano, y termina sabiendo a otro, el asado casero, cómo lo hacían en casa, ambos platos de mi infancia y de mi vida, una emoción increíble y todo metido en un dimsum. Estos chicos hacen magia pura.
Os recomiendo ir, muchísimo. No esperéis conseguir sushi como tal, no esperéis rolls, no esperéis encontraros ají amarillo en cada plato, no esperéis que los sabores sean suaves ni que piquen poco, no esperéis lo clásico ni lo habitual. No es barato, pero vale cada centavo. Es una experiencia muy especial, el tiempo es largo, hay que ir con hambre, pero os prometo que no os arrepentiréis.
Kena
Ferrer del Río,7
28028 Madrid
@LuisArevaloKena